Un susto que cambió mi vida

Publicado en por tecnoescritores

“Todo ocurre por una razón”… algunos creemos en esta célebre frase, otros no. Sin embargo debemos admitir que compartamos esta ideología o no, en el camino nos enfrentamos a ciertas situaciones que cambian nuestra perspectiva a cerca de nuestra vida. Es mi caso uno en el que se puede decir que viví en carne propia un susto que cambió mi vida, donde sin ningún valor de causa más que la fuerza del destino me encontré en un avión con una ventanilla rota que conllevó a que lo único que se podía respirar en aquél avión era un aire de miedo a morir. Fue la mañana del 30 de abril del 2006, cuando volaba de regreso a casa en un vuelo Toronto-San José que me di cuenta de que no existe mayor fuerza que el destino. Era talvez muy niña aún para tener un criterio sobre este tema y no le encontraba el valor a mi vida, pero no más allá que esa misma tarde yo ya era otra, esa mañana cambió mi vida. Era fiel testigo de que hay situaciones por las que tenemos que pasar para aprender a valorar de lo que nos beneficiamos y lo que tiene que pasar siempre encuentra su camino. Volviendo al evento; iba yo en un avión cuando de pronto se rajó considerablemente una de las ventanillas del avión. El sonido que provoco fue como si hubieran explotado un vaso, e rápidamente se dio un cambio de presión que hizo que el avión sufriera un bajonazo. Inmediatamente el piloto intentó tomar el control de la nave, pero ahí lo único que tomaba control eran los gritos y el pánico de las personas que nos encontrábamos a bordo. A todo esto, lo que significativamente pasa es que no es ese tipo de “montaña rusa-bajonazo”, es un bajonazo que nos deja sin aire, que nos pone pálidos, que nos aterra, y que no miento al decir que todos en aquel vuelo sentimos nuestros corazones en la mano. Lo que pasa es que no es esa toma de control que uno jugaba cuando estaba niño, con aviones y carritos de juguete. Esto era en la vida real; hubo momentos en los que pensé que no iba a volver a tierra a salvo, no iba a poder abrazar nunca más a mi familia y amigos, y no iba a poder hacer las tantas cosas que quería hacer en mi vida. Asimismo, no es por razón más que la de darles a entender el preciosísimo valor de la vida que cuento esta historia. A partir de esto creo fuertemente en que los accidentes no existen y que los caminos de la vida están llenos de “piedras” que una vez que se levantan podemos ver como debajo de ellas siempre vamos a encontrar algo que nos va a abrir la visión de nuestra vida. Se que algunos se estarán preguntando: pero, ¿por qué en mi vida no es así? ¿Por qué entre tantos fracasos no logro encontrar esta enseñanza? A partir de esta situación yo aprendí que la encontramos si la queremos encontrar, la vemos si la queremos ver; solo hay que estar dispuesto a recibir todas esas increíbles cosas que la vida tiene para darnos. Y, querido lector, nunca deje que llegue el momento en que sienta que pierde todo para empezar a valorarlo, porque algunas veces ya puede ser muy tarde. Hay que apreciar la vida día con día y saber que sin pasado, ni futuro lo único que en verdaderamente tenemos es el presente. Así que usted ¿ya está viviendo SU presente? María José Vargas
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